MANIFIESTO DE LA NACION HUMANA UNIVERSAL

La historia del ser humano es la historia del permanente intento por evolucionar, por superar el dolor y el sufrimiento, por dejar atrás la injusticia, la violencia, la discriminación y la opresión. Y aunque siempre existieron fuerzas retrógradas, una y otra vez hubo quienes vencieron esas resistencias y avanzaron.  Así es como también hoy, millones de personas trabajan intentando transformar algún aspecto del mundo, cada cual desde su lugar.

Sin embargo, en este momento histórico, la complejidad de un planeta globalizado debilita los intentos aislados frente a los enormes poderes que manejan el mundo. Será necesario que esos millones de voluntarios se articulen y organicen mundialmente tras un mismo objetivo: el de un mundo sin violencia, sin guerras, sin pobreza, sin discriminación. Un mundo con libertad, con justicia, con sustentabilidad ambiental, y con el futuro abierto para todos los seres humanos. En definitiva, esa vieja aspiración que nos ha movilizado durante generaciones, pero que ahora deberá cobrar vida a escala mundial, a través de una verdadera red de constructores de una nueva civilización planetaria. 

Porque tan importante como sostener propuestas transformadoras en todos los campos, será construir la fuerza capaz de convertirlas en realidad. Una fuerza mundial conjunta, que se nutra en la rebelión de cada ser humano frente al poder concentrado. Una inteligencia conjunta, que ilumine con la imaginación y el conocimiento de quienes no se resignan a la mediocridad. Una ética conjunta, basada en la regla de oro de tratar a los demás como queremos ser tratados. Una conciencia conjunta, la de un pueblo planetario capaz de humanizar la tierra. Una voluntad transformadora que no busque la concentración del poder, sino la profunda comprensión de que su fuerza radica en la diversidad.

Será fundamental la convergencia en la diversidad, entre quienes se movilizan para terminar con las guerras y el armamentismo, quienes se oponen a la violencia y la discriminación, quienes aspiran a una democracia real y a la vigencia plena de los derechos humanos. Quienes proponen una economía sustentable para el medio ambiente y equitativa en la distribución del ingreso. Quienes trabajan por una mejor salud y educación, quienes se oponen a la manipulación mediática y a la intolerancia religiosa. En definitiva, la convergencia de todos los que trabajan en las diversas áreas del quehacer humano con una visión transformadora, será lo que permita acumular la capacidad de acción necesaria para avanzar.

Sabemos que articularse en una red mundial no será sencillo. La cultura del individualismo hace estragos, y la tendencia a la desestructuración nos divide y fragmenta. A menudo encontramos coincidencias en los argumentos, en las propuestas, en las afinidades, y hasta en adversarios comunes. Aunque luego nos suelen dividir las palabras, los detalles, los puntos de vista, y hasta la diversidad de conocimientos. Pero si buceamos en nuestro interior profundo, encontraremos la fuerza y la rebeldía de ese ser humano ancestral que ha luchado contra las adversidades a lo largo de la historia.  Y al hacerlo podremos descubrir también en nuestros compañeros de ruta,  esa misma raíz que nos hermana.  Y si juntos tomamos conciencia de la dirección destructiva que lleva el proceso actual, comprenderemos la urgencia de trabajar unidos para cambiar el rumbo, avanzando paso a paso en la construcción de una verdadera Nación Humana Universal.

Aunque el camino sea largo y el horizonte esté lejos, no nos estanquemos en las dificultades ni nos conformemos con lo posible. Continuemos avanzando hacia las utopías, porque cuanto más grandes sean las aspiraciones que nos unen, más pequeñas serán nuestras diferencias y mayor nuestra fuerza.

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